28.5.08

MAMULENGO, TITERES POPULARES BRASILEÑOS

Mamulengo, en Pernambuco; Joao Redondo, en Río Grande do Norte; Babau, en Paraíba; Joao Minhoca, en Bahía y norte de Minas; Casimiro Coco, en Piauí; Briguela, en San Paulo. Son muchas las denominaciones de los títeres populares en Brasil.
El origen del títere se pierde en el tiempo. Se sabe que hombres y títeres “siempre vivieron juntos”, tal vez en las sombras de las cavernas, antes de la historia, representando la esencia de nuestro misterio: creador y criatura. Los vestigios del teatro de títeres se remontan a la historia de las civilizaciones más antiguas: China, India, Egipto; por eso se supone que haya nacido en oriente, para después llegar a Europa, y, entonces, a América.
Los pocos registros que existen en Brasil indican su llegada con los portugueses, en una época donde los títeres eran una fiebre esparcida por toda Europa. Se supone que el apóstol José de Anchieta (1533/97) haya recurrido a los títeres para las catequesis a los indios. Pereira da Costa menciona la presentación de pesebres animados por Frei Gaspar de Santo Antonio, en el convento de los franciscanos, en Olinda, en el siglo XVI. “Presépio” es el nombre del teatro de títeres que representaba el nacimiento de Cristo. Este tipo de teatro se utilizaba en la edad Media, y la Iglesia lo usaba para atraer a los fieles.
La denominación “presepe”, encontrada en ciertas regiones, habla a favor de la hipótesis de que el teatro de títeres haya llegado al Brasil bajo la forma de “presepio” (pesebre), dando origen a otras dos formas teatrales: las pastorales, espectáculos con actores que hasta hoy son presentados en diversas regiones durante la navidad, y los mamulengos, con muñecos de madera. Por lo tanto al principio, el mamulengo tendría carácter religioso, representando el nacimiento de Cristo y otras escenas bíblicas. Al ser un teatro basado en la improvisación, incorporaba también los asuntos del día a día, convirtiéndose rápidamente en un teatro profano como hoy lo conocemos.
El historiador Luiz Edmundo, en su libro “Río de Janeiro en el tiempo del virreinato”, menciona la popularidad del teatro de títeres en la corte del siglo XVIII. Al final del siglo XIX, ya eran encontradas diferentes modalidades de títeres en diversas regiones del país. Otro historiador, Manuel Querino hace referencia a una de ellas denominada: “presepio de fala” (pesebre de diálogo), en Bahía; y Maria Helena Góis informa sobre titiriteros ambulantes que transportaban en sus valijas personajes célebres de la comedia del arte, como Briguela. En 1896, el diario de Recife publicaba una nota sobre espectáculos populares con fantoches realizados en diciembre, en la capital pernambucana.
La referencia más antigua del término mamulengo aparece en el Diccionario de vocablos brasileños, de Beaurepaire Rohan, en 1889: Especie de divertimento popular que consiste en representaciones dramáticas, por medio de muñecos, en algún palco ó alguna cosa elevada. Por detrás de un retablo se esconden una o más personas adiestradas, y hacen que los muñecos se exhiban con movimientos y diálogos. Tiene lugar durante las festividades de la Iglesia, principalmente en los arrabales. El pueblo aplaude y se deleita con esa distracción, recompensando a sus autores con pequeñas dádivas culinarias. Los mamulengos son para nosotros lo que los franceses llaman de marionetas o Polichinella. En otras provincias como Ceará y Piauí, se lo llama “Presepe de Calungas de sombra” (Pesebre de figuras de sombras). Ahí los muñecos son representados por sombras, y se remontan a la historia de la creación del mundo. En Bahía le dan a los mamulengos el nombre de Presepe (Pesebre) y representan grotescamente los personajes más salientes del Génesis.
Para Hermilo Borba Filho (1917/1977), gran investigador del tema, el término habría evolucionado de la expresión “juego de molengo”, que él registra haberla oído en su infancia. Mamulengo vendría de molengo: momolengo, mamolengo y finalmente mamulengo. También podría venir de “mão molenga” (mano blanda). Para él, el títere tiene una vida, es una transferencia en la infancia y una fijación en la madurez. (…) El títere es un ser misterioso, hecho, a veces, a nuestra imagen y semejanza, pero de cualquier modo es un ente aparte en torno del cual podemos construir un mundo. El “brincante” (jugador), como es llamado popularmente al titiritero, está abierto a la fuerza creadora impresa en la expresión del muñeco. Actúa detrás de una “empanada” (viene de la palabra “pano”= tela, o sea “entelado”, que significaría, retablo, teatrino, etc.). Él no se esconde, se reverencia. Dar vida a un pedazo de madera, de tela, de barro, de papel o de cuero es jugar a crear vidas.
Por eso, en el mamulengo, el títere es un ente, un personaje, muchas veces reconocido por el público que acompaña los espectáculos en cada región. Posee nombre, personalidad, edad, relaciones sociales, a veces familia, profesión, cantos propios, dichos que acostumbra recitar cuando aparece. El titiritero es el creador, aquel que conoce y sabe dar vida a los muñecos. Y a veces, son cincuenta, cien muñecos. Los tipos son variados: animales, como la víbora, el yacaré, el pájaro, el buey; los seres fantásticos, como la muerte, el alma, el diablo, los santos, el “papa-figo” (ser mitológico); las autoridades, entre ellas políticos, policías, militares, el “cabo 70”; payasos; las mujeres casadas, viudas, solteras, bailarinas, Quitérias (nombre genérico a las mujeres), damas valientes; jóvenes enamorados, valentones, cobardes, pícaros, malandras, cornudos, Simón, Mané Gostoso, viejos, borrachos; los profesionales, como el profesor, el fiscal, el médico, el dentista, y muchos otros. Los tipos humanos son encontrados en todas las tradiciones de títeres populares del mundo, pero, en cada país o región, cada maestro titiritero imprime sus diferencias, su marca única y recurrente esencia de lo humano. Conocer el arte popular del títere es entender por que los hombres son semejantes, pero también lo que hace diferentes a brasileños, de hindúes, de chinos, de franceses, de turcos…
Las historias por las cuales se aventuran esos seres también son diversas, están previamente creadas por el maestro, en forma de enredos cortos, llamadas pasajes. Los pasajes no poseen texto fijo y son improvisadas a partir de temas de tradición oral. Ese estilo dramatúrgico nos remite a las formas, también populares, utilizadas en la comedia del arte. Las presentaciones acostumbran a durar la noche entera, y por eso el repertorio de un maestro es basto, de muchas posibilidades. Las historias no son necesariamente lineales o lógicas, están siempre entrecortadas por música, fundamental en el espectáculo de mamulengo, y efectos sonoros, y, muchas veces, conducidas por la participación de un mediador entre los títeres y el público, conocido en Pernambuco como Mateus o Arlequino. El conjunto musical que acompaña el espectáculo es tradicionalmente compuesto por acordeón, bombo, triángulo y .
Los temas de las historias son recortadas de lo cotidiano: so situaciones pintorescas, amoríos, peleas, traiciones, confusión política, robos, conflictos con autoridades, disputas de tierras, bailes, nacimientos, visiones, duelos con animales, desafío de canciones. Los ingredientes, de fuerte apego popular, son de fácil asimilación, y el titiritero se comunica todo el tiempo con el público, por medio de los títeres, observando a la platea por orificios en la lona del retablo, con el fin de alimentar los diálogos y acciones de los títeres. El público se manifiesta de manera calurosa y participativa, aplaudiendo o abucheando a los personajes, reconociéndolos o demostrándole su afecto o antipatía.

Extraído de Teatro do Riso, de Mestre Zé Lopes. Por Ma. Cavalcanti, Gustavo Pachaco y Adriana Schneider. Funarte, 1998. Publicado en FardoM Nº29 Oct.Nov.Dic. 2004

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